miércoles, 20 de mayo de 2009

La creación como diálogo



Nadie está sólo, aunque a veces lo deseemos. La idea romántica de un creador aislado, del genio que se sitúa en la torre de babel y desde allí crea, es sólo eso, una idea romántica. En ninguna actividad artística el producto estético, la creación final de una obra, implica a tanta cantidad de personas como en el cine. Desde los guionistas y directores a los técnicos, los actores, lo iluminadores, los técnicos de montaje, etc. El cine es, más que cualquier otra actividad artística, una creación colectiva. Gira en torno al proceso y no al producto, y otorga a lo colectivo y al proceso creativo el protagonismo. La creación no es sólo el ejercicio individual del artista sino el talento colectivo de los grupos. Es por esto que a la actitud creativa la señalamos como dialógica, o sea, que se construye colectivamente a través del ejercicio del diálogo, del intercambio de ideas y saberes específicos. La interdisciplinariedad de la creación cinematográfica es innegable y eso lo transforma en un arte complejo. Las claves del éxito de un proceso creativo deben buscarse entonces en la capacidad de llevarlo adelante a través de la conducción alternada en las áreas específicas de cada momento creativo. Si bien en el cine el papel de los directores suele pensarse como conductores únicos de los equipos, resulta interesante romper con esa suerte de mitología. No quiere esto decir que algunos directores no se manejen así, pero apuntamos a marcar que tal vez no sea la manera más apropiada, y sobre todo si tenemos en cuenta el veloz avance de los medios tecnológicos. A modo de ejemplo sugiero ver la película Fanny y Alexander, (sueco-francesa-alemana de 1982), escrita y dirigida por Ingmar Bergman. Ganadora de 4 Oscar como Mejor película extranjera, Mejor diseño de vestuario y Mejor dirección de arte. El director Ingmar Bergman fue nominado como mejor director y mejor autor de guión. El filme recibió también otros numerosos premios. En una copia que circula en DVD, en la parte de extras, se muestra la permanente consulta y colaboración del director con su principal cámara y director de fotografía, Sven Nykvist, sobre la decisión de cada toma. Este es un ejemplo de diálogo amable, mutuo respeto y admiración entre los colaboradores y el director. No siempre una coexistencia pacifica se da en los set de filmación. Es conocida la pésima relación entre Werner Herzog y su actor fetiche Klaus Kinski Entre ellos siempre hubo una difícil relación profesional que se podría calificar de amor-odio y que quedó plasmada en el documental Mi enemigo íntimo, en el que Herzog afirma que ambos llegaron a planear asesinarse mutuamente. No obstante los productos de la tortuosa colaboración entre Kinski y Herzog han dado como resultados excelentes films como Fitzcarraldo, Aguirre la ira de Dios, Cobra verde o la remake de Nosferatu el Vampiro. Ya sea de manera pacífica y respetuosa o de forma conflictiva y peligrosa, la necesidad de la colaboración en cine es innegable. Por esto decimos que es bueno salirse de la idea a veces extendida sobre el aislamiento como motor creativo y le necesidad de crear en diálogo con los otros. Porque si crear transforma el mundo, pone algo donde antes no había nada, también nos transforma a nosotros y, en la medida que dialoguemos en la creación, nos vuelve sujetos más plenos.

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