martes, 11 de agosto de 2009
La importancia del tratamiento
Entre tantos nuevos estrenos, corrientes vanguardistas, cine experimental, nuevo cine de autor, cine bizarro y freak, vale la pena rescatar cada tanto aquellos films que nos persiguen a lo largo de toda la vida y que disfrutamos una y otra vez. El placer de ver películas más de una vez, de volver a recorrer las emociones que nos han provocado y de descubrir otras nuevas, es algo a lo que no hay que renunciar absorbidos por la novedad.
Para aquellos que de una u otra manera nos relacionamos con el cine de forma profesional, ya sea como guionistas, directores, actores, montajistas, camarógrafos o estudiantes de cine, el ejercicio de observar repetidas veces ciertos films es un compromiso ineludible que hace a nuestra profesión.
Con este ánimo me senté a ver La Strada, la genial obra de Federico Fellini que me emociona cada vez más. Pero la pregunta que me hacía al verla por enésima vez era ¿cómo se logra provocar esa emoción? ¿Cómo se construye un relato capaz de llegar a emocionar al público?
Después de la emoción sobrevino el análisis. Una historia sencilla: una muchacha pobre y se supone analfabeta, quizá con un leve retraso mental, Gesolmina interpretada genialmente por Julietta Massina, es entregada por su madre a un hombre violento y rudo, un artista callejero de escaso talento. Anthony Quinn es Sampanó, un hombre bestial acosado por la necesidad de supervivencia, como casi todos en este film que retrata la incertidumbre del futuro en la situación de extrema pobreza.
La elección estética del film se mueve en el registro de cierto grotesco, refuerza el dramatismo y se sitúa en la delgada línea en la que los payasos patéticos hacen tanto reír como llorar.
Aparece el amor en la vida de Gesolmina. El loco, un equilibrista talentoso y bromista que se burla de la torpeza de Sampanó y se conmueve ante la ingenuidad infantil de Gesolmina. Cegado por la envidia Sampanó, ante los la mirada incrédula de Gesolmina, asesina al loco de un puñetazo, esconde el cadáver y se da a la fuga llevando consigo a Gesolmina en estado de shock. El invierno cae, mala época para los artistas callejeros. Gesolmina y Sampanó se recuestan a descansar en medio de la nieve en un precario refugio. Gesolmina sigue en un estado mentalmente alterado por la muerta del loco. Sampanó la abandona a su suerte dejándola sola en medio de un desierto de nieve.
Larga elipsis temporal, y la clave del final la da la música, una marca de fábrica en el cine de Fellini. Una mujer tararea la canción que Gesolmina solía tocar en la trompeta, una melodía que le había enseñado el loco. Sampanó se acerca a la mujer y la consulta sobre cómo conocía esa melodía. La mujer le responde que esa melodía la tocaba una muchacha que estaba medio loca y deambulaba por el pueblo, le cuenta también que la muchacha estaba enferma producto de un gran enfriamiento que había sufrido y que había muerto al poco tiempo de llegar al pueblo. Con la música de fondo, Sampanó pita su cigarro y se aleja solo. Fin.
Esta breve reseña, a la manera de un tratamiento, es para ejemplificar un trabajo que debe ser previo a la escritura de cualquier guión. Como ejercicio, se puede intentar, tal como se muestra aquí, hacer el tratamiento de un film ya realizado. Una ejercitación que resulta muy útil a los efectos de poder resumir y narrar la central de una historia; un ordenamiento primitivo sobre el que se trabajará luego. Así, el tratamiento es el primer paso para la posterior construcción del guión.
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