lunes, 29 de junio de 2009
Metrópolis y el expresionismo alemán
Cine e imaginario social 1
(“Metrópolis” de Fritz Lang y Expresionismo alemán)
¿Por qué una determinada vanguardia surge en un tiempo y lugar y no en otro? ¿Por qué un film se vuelve posible en un espacio/ tiempo determinado?
Arriesgamos, que en la vinculación entre la producción artística y el imaginario social, se encuentran algunas respuestas. Un imaginario social, para explicarlo escuetamente, es el registro de significaciones que permiten comprender la realidad y actuar en ella en un tiempo y lugar determinado. Constituye una red de significaciones en un tiempo histórico preciso. Podemos tomar como ejemplo, el imaginario social de la Europa continental (Alemania, Francia, Italia) entre mediados de la década de 1910 y finales de la década de 1920, el contexto de surgimiento de algunas vanguardias artísticas que, lógicamente, influyen y determinan la producción cinematográfica. Vamos a centrarnos en este artículo en el expresionismo alemán. Y específicamente en el film “Metrópolis” (1927) de Fritz Lang, para ver de qué manera un imaginario social determinado en un tiempo y espacio da lugar al surgimiento de un relato fílmico.
El expresionismo es un movimiento artístico surgido en Alemania a principios del siglo XX, con el deseo de brindarle al espectador un acercamiento de los sentimientos del artista. Se entiende como una acentuación o deformación de la realidad para conseguir expresar adecuadamente los valores que se pretende poner en evidencia, y se manifestó como una reacción parcial al impresionismo. Es un movimiento que se inicia desde lo pictórico y recibe su nombre en 1911 en la exposición de la Secesión berlinesa, en la que se exponen los cuadros fauvistas de Matisse y sus compañeros franceses, además de algunas de las obras precubistas de Pablo Picasso. También etiquetado como expresionistas fue el grupo de los pintores alemanes en Dresde y Berlín a partir de 1911 y Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), formado en 1912 en Múnich, alrededor de un almanaque, dirigido por Kandinsky y Marc.
Suele reconocerse al film “El gabinete del doctor Caligari” (1919), de Robert Wiene como uno de los primeros que introduce elementos expresionistas en el cine. Pero en un principio, el cine mudo alemán estuvo plenamente vinculado al expresionismo con directores como Fritz Lang, Friedrich Murnau, Paul Leni y Paul Wegener, entre otros. Algunas de las obras más representativas de este período fueron: Nosferatu, Metrópolis, Las tres luces, El último ("Der Letzte Mann", también conocido como La última carcajada), y El testamento del Dr. Mabuse.
En la Alemania de la época en que se produce “Metrópolis” se buscaba llegar a una conciliación de clases entre la creciente burguesía industrial y el proletariado. Se pensaba desde el Estado en una colaboración entre clases sociales, en lugar de la lucha de clases. La importancia y organización del partido socialdemócrata alemán había alertado a las autoridades estatales que buscaban desde el Gobierno de Otto Von Bismarck y luego en la fallida República de Weimar, construir un estructura económica corporativista que pusiera un freno al avance del ideal de la revolución socialista que amenazaba desde el este, y en cambio instaurara un Estado benefactor que mediara entre las clases asegurando la grandeza de la Nación alemana. En este marco social es que se desarrolla la producción del film “Metrópolis”. Una historia situada en una ciudad futura, donde los obreros manejan grandes maquinas a las órdenes de un patrón. Se produce una revuelta obrera. El personaje del Robot María, representado claramente como malvado, lanza a los trabajadores a la lucha sin cuartel, y como resultado, los obreros destrozan su medio y sustento, empeorando su situación y poniendo en riesgo la supervivencia de la ciudad. Pero la verdadera María, líder espiritual de los trabajadores se enamora del hijo del patrón, y entre los dos buscarán la conciliación de clases que ponga fin los males de la ciudad.
El paralelo entre la realidad política alemana del momento y el mensaje del film es evidente. Vemos como se entrecruzan los imaginarios de época: el ascenso de la revolución rusa de 1917, el avance de las construcciones estatales propias de la modernidad, la idea general de progreso presente en la representación de grandes maquinarias, la imperiosa necesidad de ponerle fin al malestar social que recorría occidente a principios del siglo XX; primeros signos de agotamiento del proyecto moderno que encontraría luego en el régimen nazi su expresión mas brutal.
Resulta quizá más complejo evaluar el por qué de la elección de técnicas expresionistas para llevarlo adelante. Quizá la exageración de rasgos de la realidad ayudara al gran público, al que estaba destinada la película, a comprender mejor el mensaje. Por otro lado, dejaba de manifiesto la mirada del autor, su postura y sentimiento sobre la realidad de su país. Es decir, manifestaba su compromiso con un proyecto que excedía lo meramente artístico y se intrincaba en lo político, un elemento que ha sido una de las condiciones repetidas de todas las vanguardias cinematográficas.
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